A medida que las estaciones cambian, también lo hace nuestra rutina de sueño. Ya sea la calidez del verano, la frescura del otoño, el frío invierno o la llegada de la primavera, cada estación puede influir en cómo dormimos. Comprender estos cambios puede ayudarte a ajustar tu rutina de sueño y garantizar que obtengas el descanso que necesitas.

Cambios en la luz natural

Uno de los factores más significativos que afectan nuestro sueño es la cantidad de luz natural que recibimos. Durante el verano, los días son más largos, lo que significa más luz por la noche. Esta exposición prolongada a la luz puede dificultar que nuestro cuerpo se prepare para dormir. En contraste, durante el invierno, la falta de luz puede llevar a una mayor producción de melatonina, lo que podría hacerte sentir más cansado. Esta variabilidad en la luz puede afectar nuestro ritmo circadiano, el reloj interno que regula nuestros ciclos de sueño y vigilia.

Temperatura y comodidad

La temperatura también juega un papel crucial en nuestro sueño. Durante el verano, el calor puede dificultar el descanso, mientras que en invierno, las temperaturas frías pueden hacer que sea más cómodo acurrucarse y dormir. Según una investigación publicada en Sleep Medicine Reviews, la temperatura ideal para dormir oscila entre 15 y 19 grados Celsius. Si el ambiente no está a esa temperatura, es probable que experimentes interrupciones en tu sueño.

Alergias estacionales y su impacto

En primavera y otoño, las alergias pueden ser un problema para muchas personas. El polen, el moho y otros alérgenos pueden afectar la calidad del sueño, provocando congestión nasal y dificultad para respirar. Esto puede impedir que las personas consigan un sueño reparador. Las alergias estacionales pueden contribuir significativamente a problemas de sueño, como el insomnio.